Carnaval en Santa Cruz
En febrero de 1831 llegó a Santa Cruz el etnógrafo francés Alcides D'Orbigny cuando se celebraba la fiesta carnavalera y nos la describe así: "El carnaval es en Santa Cruz más o menos igual que en otras partes de América. El lunes, los señores montan a caballo, a esperar el martes de carnaval a orillas del Río Piraí a la salida de la ciudad, y al regresar recorren las calles. Todos descienden delante de cada casa y provistos de polvos de diversos colores comienza una lucha encarnizada con los demás para colorearles el rostro. Pronto se ve correr a las mujeres despeinadas y con sus ropas en desorden, la cara pintada de diversos colores. Se defienden de los ataques gritando, riendo, a su vez arrojando pequeños limones a la cabeza de los hombres.
Estas diversiones duran todo el día. Por la noche se remonta a caballo y se canta canciones de circunstancias a la puerta de algunos personajes excepcionales. Se bebe en todas partes y se separan a las diez. Al día siguiente /miércoles/ a las fiestas sucedió la calma solemne de la cuaresma. Todo cambió de carácter, nada de diversiones, nada de juegos; un triste silencio reinó en la ciudad; no se veían más ropas que duelo y uno podía creerse transportado a algunos millares de leguas".
Emilio Finot, por su parte, publicó en 1906 algunos datos carnavaleros referidos a la segunda mitad del siglo XIX. En primer lugar, con dejo nostálgico afirma que el carnaval decimonónico de sus tiempos era más alegre. "La principal actividad carnavalera, además de los bailes, consistía en las cabalgatas de grupos de amigos que llevaban en los bolsillos una buena proporción de cascarones de agua teñida con resina... para arrojarlos a las muchachas".
De acuerdo a los datos de Finot, los jinetes carnavaleros se tomaban algunas licencias que les permitía contravenir algunas normas. Así, "más de un bizarro jinete penetraba sorpresivamente al patio o la sala de una casa, sin tomar la molestia de apearse, y causaba cómico espanto entre las mujeres, que se defendían del ataque con cuanto elementos de guerra hallaban a la mano".
Muchas veces esta broma iba más allá, pues "caen como aves de rapiña sobre tal o cual candorosa muchacha arrebatándola con inaudita rapidez, colócala a la grupa del animal para luego salir disparando con velocidad de una flecha... claro está -sigue diciendo Finot- que la broma no duraba mucho, pues recorridas algunas cuadras el raptor devolvía a la presa..."
Finalmente, en la nostálgica evocación que se hace de Finot se menciona expresamente al "correo del carnaval", formado por unos cuantos individuos con grotescas caretas.../ uno de ellos/ leerá con voz hueca y campanuda una sarta de versos denominado 'bando'; versos generalmente picarescos y obscenos en ocasiones".
De todo esto podemos deducir lo siguiente:
El carnaval se presenta como un fenómeno urbano; su aparición en las áreas rurales es tardía. Se trata de una fiesta participativa. Es una fiesta espontánea y natural. La presencia de disfraz como la máscara aparece a fines del siglo XIX unidas a coplas. Las cabalgatas vendrían a ser un antecedente de la entrada o corso. La presencia de juegos, con el polvo de colores y los cascarones de agua. El juego entre hombres y mujeres. La presencia de la subversión del orden establecido. A partir de 1920, poco a poco el carnaval se va convirtiendo en la "fiesta grande" de los cruceños, tiene dos características, uno como espectáculo y el otro como el participativo.
El Carnaval espectáculo: con las siguientes actividades:
En febrero de 1831 llegó a Santa Cruz el etnógrafo francés Alcides D'Orbigny cuando se celebraba la fiesta carnavalera y nos la describe así: "El carnaval es en Santa Cruz más o menos igual que en otras partes de América. El lunes, los señores montan a caballo, a esperar el martes de carnaval a orillas del Río Piraí a la salida de la ciudad, y al regresar recorren las calles. Todos descienden delante de cada casa y provistos de polvos de diversos colores comienza una lucha encarnizada con los demás para colorearles el rostro. Pronto se ve correr a las mujeres despeinadas y con sus ropas en desorden, la cara pintada de diversos colores. Se defienden de los ataques gritando, riendo, a su vez arrojando pequeños limones a la cabeza de los hombres.
Estas diversiones duran todo el día. Por la noche se remonta a caballo y se canta canciones de circunstancias a la puerta de algunos personajes excepcionales. Se bebe en todas partes y se separan a las diez. Al día siguiente /miércoles/ a las fiestas sucedió la calma solemne de la cuaresma. Todo cambió de carácter, nada de diversiones, nada de juegos; un triste silencio reinó en la ciudad; no se veían más ropas que duelo y uno podía creerse transportado a algunos millares de leguas".
Emilio Finot, por su parte, publicó en 1906 algunos datos carnavaleros referidos a la segunda mitad del siglo XIX. En primer lugar, con dejo nostálgico afirma que el carnaval decimonónico de sus tiempos era más alegre. "La principal actividad carnavalera, además de los bailes, consistía en las cabalgatas de grupos de amigos que llevaban en los bolsillos una buena proporción de cascarones de agua teñida con resina... para arrojarlos a las muchachas".
De acuerdo a los datos de Finot, los jinetes carnavaleros se tomaban algunas licencias que les permitía contravenir algunas normas. Así, "más de un bizarro jinete penetraba sorpresivamente al patio o la sala de una casa, sin tomar la molestia de apearse, y causaba cómico espanto entre las mujeres, que se defendían del ataque con cuanto elementos de guerra hallaban a la mano".
Muchas veces esta broma iba más allá, pues "caen como aves de rapiña sobre tal o cual candorosa muchacha arrebatándola con inaudita rapidez, colócala a la grupa del animal para luego salir disparando con velocidad de una flecha... claro está -sigue diciendo Finot- que la broma no duraba mucho, pues recorridas algunas cuadras el raptor devolvía a la presa..."
Finalmente, en la nostálgica evocación que se hace de Finot se menciona expresamente al "correo del carnaval", formado por unos cuantos individuos con grotescas caretas.../ uno de ellos/ leerá con voz hueca y campanuda una sarta de versos denominado 'bando'; versos generalmente picarescos y obscenos en ocasiones".
De todo esto podemos deducir lo siguiente:
El carnaval se presenta como un fenómeno urbano; su aparición en las áreas rurales es tardía. Se trata de una fiesta participativa. Es una fiesta espontánea y natural. La presencia de disfraz como la máscara aparece a fines del siglo XIX unidas a coplas. Las cabalgatas vendrían a ser un antecedente de la entrada o corso. La presencia de juegos, con el polvo de colores y los cascarones de agua. El juego entre hombres y mujeres. La presencia de la subversión del orden establecido. A partir de 1920, poco a poco el carnaval se va convirtiendo en la "fiesta grande" de los cruceños, tiene dos características, uno como espectáculo y el otro como el participativo.
El Carnaval espectáculo: con las siguientes actividades:
a) El corso.- Antes se denominaba entrada del carnaval. Poco a poco esta actividad crece más y se convierte en el centro de atracción principal.
b) El Correo.- Es el anuncio de la fiesta carnavalera: protagonizada por "un extravagante fantoche" que cumple su encargo de correísta "en coplas chispeantes y siempre de doble intención".
c) Pre-carnavaleras.- Data de pocos años. Consiste en desfiles de comparsas juveniles en las que todos los integrantes van con llamativos disfraces. Se trata de una actividad que ha despertado polémica, pues, se dice, significa un adelanto exagerado del tiempo carnavalero.
d) Carnaval participativo.- El término participativo, puede resultar equívoco. No se lo está utilizando para significar que toda la comunidad participa en la farándula. Se trata de una participación restringida - que ha ido creciendo en la medida en que la ciudad crece- pero que contrasta enormemente con la escasa "participación" que existe en otros carnavales. Veamos las principales actividades:
e) Carnaval de las calles.- Aunque aparentemente el protagonista es el comparseo que recorre las calles y visita las casas de espera, el protagonista real es el ciudadano común que tiene la opción de participar activamente en la farándula sin necesidad de pertenecer a ninguna comparsa.
f) Bailes carnavaleros.- Es tal vez la actividad menos participativa porque es el disfraz el que hace su presencia real. Estos bailes son organizados por las principales comparsas tradicionales. Tuvieron su apogeo en las décadas del 30 y del 40 y hoy han vuelto a recobrar su antiguo esplendor.
g) Bailes de máscaras.- Su antecedente inmediato son los bailes organizados por las comparsas y poco a poco se han convertido en parte importante del carnaval. El uso de máscaras otorga al sexo femenino una serie de licencias donde se mezclan la picardía, el buen humor y la sensualidad. Esta actividad de participación restringida, se ha convertido en un escaparate de demostración de machismo.
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